La comida emocional (o el hambre emocional) es cuando las personas utilizan la comida como un medio para canalizar algunas de sus emociones en lugar de comer para satisfacer sus necesidades alimentarias. Muchas personas hemos pasado por algo así. Cuando tenemos algún disgusto fuerte, alguna preocupación, algún examen en puerta o nos sentimos incómodos e inseguros, nos hemos refugiado en alguna bolsa de papas, de frituras, en un paquete de galletas, o en la típica imagen del bote de helado frente al televisor para sustituir el lidiar con algún sentimiento o tarea con el gusto culposo de la comida. Pero cuando esto pasa seguido, y se sustituye el enfrentar a la realidad con la comida, afectará negativamente la salud, el peso y en general el bienestar del individuo. Algo que se debe de tomar en cuenta es que muchos de los productos que se consumen en un periodo emocional son aquellos que contienen altos índices calóricos, con alto contenido en grasas como los helados, las pizzas y las hamburguesas, o pueden estar súper saturados en azúcares como los postres y las galletas, con aditivos químicos que provocan en el cerebro una sensación de falso bienestar y saciedad, lo que puede volverlos ciertamente adictivos y que harán que se busquen en momentos emocionales. No hay estudios que indiquen que en un periodo así, las personas busquen consumir zanahorias o apio. El relacionar a la comida con las emociones se puede aprender desde pequeño, cuando al niño se le premia con un dulce, con un postre o con su comida favorita cuando hace algo bien. Es como cuando a un niño se le da una galleta para que pare de llorar, lo que le traerá una relación de la comida (en este caso la galleta) con algo agradable que satisface a los padres. Esos patrones se van repitiendo conforme las conexiones sociales se dan alrededor de los alimentos, y aunque no todas las personas tienen esa conexión entre las emociones y la comida, el entendimiento de qué es lo que desencadena a la comida o el hambre emocional puede ayudar a las personas a tomar acción para cambiarlo. Algunos de los síntomas que se pueden alertar sobre la comida o el hambre emocional son:
Por todo lo anterior, es importante ayudar a nuestros hijos a diferenciar el hambre física con respecto al hambre emocional, y a la mejor administración propia de los sentimientos y las emociones. El estar cerca de ellos y detectar de manera temprana patrones de consumo de alimentos para aliviar alguna preocupación o inconformidad puede ayudar a encausar en el ejercicio y en la confianza de los padres el mejor tratamiento de las mismas. Club Omega Tree, nutrición en serio.
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Enero 2018
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